La
celebración de día de muertos ha sido sin duda alguna a lo largo de las
generaciones pieza fundamental en la cultura mexicana, ofrendar a nuestros
muertos es una forma mantenernos cerca de ellos, de dialogar con su recuerdo,
con su vida, con las experiencias compartidas. Si bien los orígenes de la
tradición son anteriores a la llegada de los españoles, quienes tenían una
concepción unitaria del alma. Dentro de la visión prehispánica, el acto de
morir era el comienzo de un viaje hacia el Mictlán, el reino de los muertos,
también llamado Xiomoayan, término que los españoles tradujeron como infierno.
Este
viaje duraba cuatro días; al llegar a su
destino, el viajero ofrecía obsequios a los señores del Mictlán:
Mictlantecuhtli (señor de los muertos) y su compañera Mictecacíhuatl (señora de
los moradores del recinto de los muertos).
De
tal modo las culturas indígenas concebían a la muerte como vida-muerte, lo que
hacía que la muerte conviviera en todas las manifestaciones de su cultura. Su
símbolo se invocaba en todo momento y que por consiguiente se representara en
una sola figura, es lo que ha hecho que su celebración siga viva en el tiempo.
Es
así, que se ha generado una ardua tarea entender la muerte y su significado,
labor que abarca momentos de innumerables reflexiones, rituales y ceremonias de
diversa índole, lo que ha establecido hoy en día el máximo símbolo como culto
religioso.
El día 1 de noviembre,
llamado Día de Todos los Santos, es cuando llegan las ánimas de los niños. El 2
de noviembre, el día de Muertos, es cuando llegan los adultos.
Lo que contiene cada altar es único, es
vistosa por los colores de las flores y su inigualable fragancia, las
calaveritas de dulce y el papel picado; de un aroma particular por la mezcla de
los perfumes de la comida, misma que se ofrece es la que en vida le gustaba al
difunto, podemos ver cazuelas de mole, tamales, mole verde, corundas, cochinita
pibil, pozole etc. Y por supuesto no podía faltar el peculiar incienso y el copal.
Para que una ofrenda de Día de Muertos lo sea,
en la forma tradicional, debe tener
varios elementos esenciales; a continuación te en listamos esos elementos y su
significado.
En cuanto a
los adornos se tiene como principal objeto las cadenas de papel en color
morado y amarillo que significan la unión entre la vida y la muerte.
El agua la fuente de la vida, se ofrece a las
ánimas para que mitiguen su sed después de su largo.
Las
velas sin duda alguna juegan un papel
importante ya que significan la luz que debe guiar a las ánimas en su camino.
Las flores
simbolizan la bienvenida a las almas, blancas representando el cielo, amarillas
la tierra y moradas por el luto. Cabe destacar que las flores amarillas, es
decir, el cempasúchil es una flor originaria de México, recolectada por
nuestros ancestros los mexicas por esta
razón se ha convertido en uno de los elementos
representativos de una tradicional festividad mexicana.
El tradicional pan de muerto simboliza a un
cadáver, el círculo que se encuentra en la parte superior del mismo es el
cráneo, las canillas son los huesos y el sabor de azahar es por el recuerdo a
los ya fallecidos. Asimismo el ofrecimiento
fraternal es el pan, la iglesia lo presenta como el “Cuerpo de Cristo”.
Y el copal, donde el humo simboliza el paso de la vida a la muerte; es el elemento
que sublima la oración o alabanza. Fragancia de reverencia. Se utiliza para
limpiar al lugar de los malos espíritus y así el alma pueda entrar a su casa
sin ningún peligro.
La muerte es un personaje omnipresente en el
arte mexicano con una riquísima variedad representativa: La muerte es en
sí un tránsito desde la vida terrenal
hacia Dios.
"Adelantándose unos pasos, se inclinó
hasta el suelo, y oró diciendo: Padre mío, si es posible, líbrame de esta copa
de amargura; pero no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú."
(Mateo 26, 39)
Cuando muere una persona que queremos, nuestro
amor hacia ella permanece intacto y, aunque pasen los años, el amor no muere
nunca. Si hemos amado a Jesús con toda nuestra vida y con todo nuestro corazón,
podemos decir con el apóstol san Pablo:
"Porque para mí la vida es Cristo, y la
muerte ganancia. Pero si viviendo en este cuerpo puedo seguir trabajando para
bien de la causa del Señor, entonces no sé qué escoger. Me es difícil decidirme
por una de las dos cosas: por un lado, quisiera morir para ir a estar con
Cristo, pues eso sería mucho mejor para mí; pero por otro lado, es más
necesario por causa de ustedes que siga viviendo." (Filipenses 1, 21-24).
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